LUZ SALUDABLE Y COLORES
Sin comer, el hombre no puede vivir, tampoco sin beber. Y sin luz?
Arnold Rikli, un pionero de la fototerapia del Siglo XIX afirmaba que “el agua es muy útil, pero por encima de ella está el aire y aún más allá está la luz”.
Pero si consideramos la carencia de uno de estos elementos, entonces la jerarquía se revierte completamente: sin agua podemos sobrevivir unos pocos días, sin comer solo unas pocas semanas, sin embargo, la falta de luz o la exposición a una luz insuficiente no representa una amenaza para nuestra salud en lo inmediato.
Y esto es el problema propiamente dicho: dado que nuestro cuerpo tiene una gran capacidad de adaptación, es capaz de adaptarse temporariamente a casi todas las condiciones posibles de iluminación.
Cuanto más progresa el desarrollo de las fuentes de luz modernas mayor es el alejamiento del tipo de fuente a la cual el organismo se ha adaptado mejor en el curso de la evolución.
Cuanto más se diferencian la luz artificial de la luz natural, mayor es el peligro para nuestra salud. Nuestra reacción a la luz se halla calibrada según las características de la luz natural.
Por el contario, sus sustitutos artificiales inducen reacciones negativas que en el largo plazo pueden inducir patologías graves.
¿Cuán grande es el peligro que se esconde detrás de la tecnología LED?
Ahorro y evolución
Un principio básico de la evolución es el logro del máximo resultado con el mínimo gasto de energía. En relación a la luz esto significa, por ejemplo, que los ojos de cada especie utilizan solo aquellas [células] fotoreceptoras que son necesarias para la sobrevivencia, ni una de más.
En los camarones mantis los científicos han encontrado hasta 16 tipos distintos de fotoreceptores, o sea, de células sensoriales [capaces de procesar una gran variedad] de frecuencias de onda. Por el contrario, en el ser humano solo hay tres diferentes tipos de fotoreceptores (llamados conos) para los colores rojo, azul y verde, es decir, los dos extremos y el centro del espectro luminoso.
Una consecuencia de esta “política de ahorro“ [del organismo] es que nuestros ojos son apenas capaces de percibir una diferencia mínima entre un lámpara incandescente y una de LED.
Otra evidencia [de esta “política”] es el número de fotogramas que nuestro cerebro puede descifrar por segundo; mientras que los insectos como la mosca y las abejas necesitan al menos 250 imágenes por segundo para percibir el movimiento, el ser humano puede ver una película con solo 40 fotogramas por segundo y tener así a la ilusión de movimiento: si la abeja se sienta en el cine en lugar del humano en lugar de ver una película vería una presentación de diapositivas.
Con referencia a la luz artificial, esto significa que los ojos humanos no son sensibles a la percepción de los diferentes tipos de luz.
Esto no significa, sin embargo, que la luz [de espectro] discontinuo sea saludable, de hecho, representa una fuente importante de estrés para los ojos.
Es posible detectar la intermitencia de la luz a través de instrumentos especiales (por ejemplo LiMoTest solar), y sería mejor hacerlo en el momento de la adquisición de lámparas, monitores y de todos los dispositivos de iluminación.
Ahorro y tecnología lumínica
Hasta el desarrollo de la luz eléctrica, sólo existían fuentes de luz natural caracterizadas por tener un espectro continuo [lumínico] y térmico (calor) sin interrupciones: la luz solar y el fuego. Nuestros ojos, por efecto de la evolución, no son capaces de distinguir la luz artificial buena de la mala.
Esta debilidad perceptiva es explotada por la industria [de las lámparas] para ahorrar calidad en la luz artificial. ¿Para qué utilizar todo el espectro luminoso si combinando adecuadamente el rojo, el azul y el verde se logra transmitir la impresión característica de la luz blanca?
¿Por qué deberían construirse, con mayor costo, dispositivos de mejor calidad si el ser humano no percibe conscientemente ninguna diferencia con respecto a los dispositivos de luz intermitente?
¿Por qué utilizar aquellos dispositivos que irradian rayos del espectro infrarrojo cercano cuando los mismos son invisibles al ojo humano? Al responder a estas preguntas la mayor parte de los productores [industriales] han elegido el camino de la máxima ganancia en lugar de trabajar para mejorar la calidad de la luz artificial. Y por desgracia por hacerlo reciben el apoyo de la Comisión Europea.
La lógica natural de la luz
En la luz solar y lunar se encuentran, cada una en su precisa proporción respecto de la otra, componentes de longitudes de onda corta, media y larga. Así, en el curso de su evolución todos los organismos vivientes se desarrollaron en estas condiciones; luz solar durante el día, fuego o luz lunar en la oscuridad o durante la noche.
Estos han sido siempre los estados posibles de la luz y de la oscuridad que siguen un ritmo regular, cada día y cada noche se secundan cíclicamente como el péndulo de un reloj (Imagen 1). En la luz del día se hallan fuertemente presentes y en cantidades casi iguales las componentes roja, azul y verde; mientras que al atardecer y a la luz del fuego dominan las componentes rojas.
Considerando los dos extremos del espectro lumínico, es decir el azul- violeta y el rojo el mensaje que se envía a nuestro organismo es en el primer caso “está claro” mientras que en el segundo “está oscuro”.
Estos efectos biológicos de la luz se pueden encontrar, por ejemplo, en el comportamiento de las lombrices y en el control de la pupila del ojo humano. Si elegimos la lombriz de tierra que prefiere la oscuridad, entre la luz roja y la azul preferirá la roja. Iluminando un nido de abejorros con luz roja estos se comportan como si fuera de noche y no salen.
El uso de un telescopio de luz roja durante la noche, hace que las pupilas permanezcan dilatadas y, por lo tanto, predispuestas para visión nocturna. Por el contrario la luz azul inducirá la contracción de la pupila.
Conexión directa con el reloj interno
Además de los receptores responsables de la visión propiamente dicha se hallan presentes en la retina células no directamente responsables de la visión.
Estas poseen, un pigmento fotosensible que, a través del tracto retino- hipotalámico, pueden transmitir información al reloj central de nuestro cuerpo, situado en el mesencéfalo, indicándole si en el exterior es de día o de noche: si la luz ambiental es clara y firme con predominancia de azul entonces es de día, si por el contrario, hay poca luz y en ella prevalecen los componentes rojo, entonces es noche.
La mayor parte de las fuentes lumínicas actuales producen señales perturbadoras; demasiado claras y con demasiada luz azul. De esta manera nuestro reloj interno pierde el ritmo propio con consecuencias potencialmente negativas para la salud. Este tipo de alteración puede producir, por ejemplo, desequilibrio hormonal.
Para superar esto, existen los anteojos que protegen de la luz azul (como el PRISMA® blulight proteger PRO) que preparan al organismo para la fase de regeneración nocturna. De este modo se hace posible señalarle al organismo el final del día prescindiendo de la iluminación natural circundante.
Luz a LED y ojos
La “mácula lutea” es la parte de la retina que permite la visión más nítida, se halla en una situación que puede definirse como de isquemia permanente dada la reducida irrigación sanguínea. De hecho, no se alimenta directamente mediante vasos sanguíneos sino por ósmosis.
Este aspecto es importante porque en esta parte del organismo la exigencia metabólica es particularmente alta. El intercambio de nutrientes entre los fotoreceptores, las células de Müller y el epitelio pigmentoso es fundamental no solamente para el proceso de la visión sino para el mantenimiento de la vida del complejo funcional celular y para una buena capacidad visual en una edad avanzada.
Las fuentes de luz natural que son de naturaleza térmica (fuego, lámparas incandescentes y la luz solar sin filtrar) por medio de los rayos del infrarrojo cercano proveen de un refuerzo de este proceso de ósmosis en esta parte del ojo. Estos rayos infrarrojos excitan a las moléculas de agua del tejido facilitando el intercambio de nutrientes. Es algo así como lo que ocurre con un terrón de azúcar que se disuelve más fácilmente si se mezcla con el té.
Por su parte, la luz a LED presenta por un lado una preponderancia de componentes azules del espectro que generan estrés celular y por otro no aporta rayos infrarrojos (del espectro infrarrojo cercano) que favorecen la ósmosis.
Deterioro por luz azul (síndrome de desequilibrio por luz azul) y prevención
Los componentes azules de la luz blanca a LED no son por si mismos suficientes para causar graves consecuencias. Sin embargo, a largo plazo, pueden conducir al desarrollo de una patología crónica relativa a la luz azul. Este daño a largo plazo de la retina debido a la luz no térmica (LEDs y fluorescentes) deben quedar definidos por otra expresión, es decir, deterioro por luz azul, para subrayar la diferencia entre un daño agudo de uno crónico.
La oftalmología oficial no llega a tanto porque la mayor parte de los oftalmólogos sostienen firmemente que la más importante enfermedad degenerativa del ojo en nuestro tiempo, o sea, la degeneración macular, tiene como primera causa desencadenante la luz solar y no la luz artificial.
Dado que la degeneración macular representa una fuente notable de ganancias, hay un interés evidente de una clase completa [de profesionales] en no poner en acción medidas preventivas concretas. De esta manera la prevención queda en manos de la iniciativa individual.
Medidas preventivas eficaces son el uso de lámparas incandescentes o el uso de gafas protectoras en el caso en que no se pueda cambiar la calidad de la luz (por ejemplo, al trabajar en la computadora, en la oficina, etc.).
Imagen 1: Arriba a la izquierda: espectro de luz solar. Abajo a la izquierda: espectro del fuego. Arriba a la derecha: pantalla a LED. Abajo a la derecha: lámparas de bajo consumo.
Luz azul: la dosis correcta es importante
La exposición a la luz azul proveniente de fuentes lumínicas artificiales debe realizarse con precaución. Sin embargo, para los ojos es importante exponerse a un espectro de luz que sea lo más armonioso posible incluyendo como parte a los componentes azules (especialmente durante el día).
De hecho, la frecuencia de onda corta le indica a todo el organismo no solo que se trata de una situación luminosa y diurna sino que tiene un efecto positivo para la visión de lejos.
Esto parece ser válido sobre todo para los niños cuyos globos oculares se encuentran todavía en fase de crecimiento. El hecho de permanecer siempre en ambientes cerrados determina el desarrollo de la miopía. Pasar al menos una hora al día al aire libre puede revertir esta tendencia.
De hecho los múltiples componentes azules de la luz diurna (que compensa el estrés provocado por la luz artificial) representa un estímulo que se puede contrarrestar el alargamiento del globo ocular y por lo tanto la miopía. La distancia focal de la luz azul es más corta que la del verde o del rojo y, por lo tanto, el punto focal de la luz azul se halla más cerca del cristalino.
Instrumentos a LED para cromoterapia
A causa de la prohibición impuesta a las lámparas incandescentes hoy es posible adquirir solo fuentes lumínicas a LED. Tales dispositivos se hallan presentes en una gran variedad de colores, son capaces de reproducir cualquier color imaginable.
Sin embargo, un análisis cuidadoso del espectro lumínico de estos dispositivos permite apreciar que estos no generan una multiplicidad de colores sino una monotonía generada de la mezcla de los tres colores fundamentales.
De hecho, mientras que con las lámparas incandescentes se generan todas las longitudes de onda, los colores generados por los LEDs se fundamentan siempre en una ilusión. Un ejemplo clarificador es el siguiente: el amarillo de una longitud de onda de 590 nm es un color en sí mismo tanto para los ojos como para los fotoreceptores. El ojo, sin embargo, transmite la información “color amarillo” incluso cuando el rojo y el verde afectan a los mismos receptores de la retina.
Y este es el caso de las luminarias a LED: no transmiten la verdadera longitud de onda del amarillo. Mientras los aparatos que operan con lámparas incandescencia y con filtros generan además rayos infrarrojos del espectro infrarrojo cercano que están ausentes en la luz a LED.
Tratamiento transparpebral con luz
Para inducir la regeneración de la retina puede recurrirse a un tratamiento con luz [filtrada] siempre que se mantengan los párpados cerrados. De este modo la retina es impactada con rayos luminosos que no poseen [las frecuencias de la] luz fría.
Procediendo así se tiene una doble certeza: los filtros luminosos y los párpados prohíben el paso de radiación lumínica que puede dañar la sensibilidad de las células de la retina. El tejido de los párpados deja pasar los rayos [de longitudes de onda] entre 600 y 150 nm, es decir, la zona espectral del rojo y del infrarrojo.
Esta porción del espectro es particularmente importante y es objeto de numerosos estudios relativos a curaciones excepcionales y a la regeneración celular.
Vale la pena de recordar que esto se realiza muy simplemente a través del Sunning, bien conocido por quién practica el método Bates.
Notas: Espectro infrarrojo cercano: frecuencias del espectro de luz entre 780 nm y 3 micrómetros (3000 nm).
El articulo original apareció en Augenblick, revista de Gesundes Sehen, Asociación alemana para la educación visual
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